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domingo, 11 de septiembre de 2011

UN DÍA EN FUENTE DÉ

A pesar de ser Septiembre, hace sol, más incluso del que ha hecho el resto del verano, así que nos levantamos temprano, nos calzamos unas deportivas y nos subimos al coche. ¿Destino? Hacía tiempo que deseaba volver a Fuente Dé, en el Valle de Liébana (Cantabria) y dar forma a un recuerdo, el único, el de una niña que mirando al suelo ve empequeñecerse el mundo. El recuerdo del teleférico. Y quería compartirlo con mi hija y con mi madre, como mis abuelos habían hecho conmigo antes.

Partimos de Avilés y en algo más de dos horas llegamos a destino. Y digo algo más porque los últimos tramos discurren por sinuosas carreteras de montaña en las que unas veces te preceden conductores más hábiles, o simplemente mejores conocedores de estas pistas, y otras, conductores que ni lo son ni las conocen tanto. Y su excesiva prudencia, aunque toda una virtud, puede demorarte en la llegada.

Al final, lo que de verdad importa es llegar, ¿no?. Pues eso, LLEGAMOS.

Estacionamos con relativa facilidad, en uno de los aparcamientos habilitados para ello (ni en Julio, ni en Agosto, hubiera podido decir esto, según he leído). Era algo que me preocupaba, como siempre, dónde dejar el coche; sin embargo, pudimos ver que otros con menos suerte, no habían tenido "escrúpulo" alguno para ubicar sus vehículos a lo largo de la calzada, en los amplios arcenes de que ésta dispone. Y es que debe estar permitido, como corresponde; así que, si se diera el caso....


Es ahora cuando hay que sacar las chaquetas, la cámara de fotos y la mochila con la comida......Repito, la mochila con la comida......Hija, ¿dónde está la mochila con la comida?. No están, ni la mochila, ni por supuesto, la comida. Inspiro, expiro, inspiro.....
Y así, respirando, tan profundamente como me era posible, nos dirigimos a la estación para adquirir la entrada al teleférico, quince euros con cincuenta céntimos el viaje de ida y vuelta para los adultos.


Aún a pesar de la ingente cantidad de excursionistas que allí nos encontrábamos, la buena organización permitió que todo discurriera con sorprendente rapidez. Eso sí, tuvimos tiempo para tomarnos un café y visitar el interior de la tienda de recuerdos.
Llegado nuestro turno, accedimos al habitáculo en el que, de pie, veíamos alejarse la "Estación Inferior del Teleférico" y acercarse el "Mirador del Cable" y los "Puertos de Aliva", a 1.847 metros de altitud en pleno corazón de los Picos de Europa.




Una vez realizado el ascenso, de apenas unos minutos, sobrecoge la belleza del paisaje. Desde el Mirador, que parece suspendido en el vacío, se disfruta de una panorámica inigualable.




Hay varias rutas de corto recorrido que nos permiten adentrarnos en las entrañas de este majestuoso Parque Nacional; pero nos hemos decidido por un corto paseo para relajar mente y alma, disfrutando de una naturaleza diferente. Y en apenas unos cientos de metros, nos hemos dado cuenta de que no habrá espacio suficiente en la memoria de nuestra cámara de fotos para retener cada instante, cada detalle..., ni fotografia que refleje el sentimiento que nos provoca. Es curioso ver dibujados con piedras, sobre las extensas praderas, toda clase de nombres, símbolos y frases de otros que también llegaron aquí y no quisieron irse sin dejar huella de su paso. Este momento me invita a deleitarme en el recuerdo de otros lugares de estas mismas montañas, por los que también pasé y a los que sin duda volveré.




Ahora, como hicimos antes de la subida, es tiempo de otro café que temple el cuerpo y es que hace frío y sobre todo, viento, mucho viento.

Es la hora del regreso. Y en este camino de vuelta nos hemos fijado un poco más en los pueblos que atravesamos: Espinama, Camaleño....Impresiona gratamente la armonía con que se integran en el paisaje. En el siguiente, Potes, nos detenemos. Hay que comer algo. Y en "Casa Cayo" esto se convierte en un placer, tanto por su buena cocina como por su esmerada atención.

Disfrutamos de esta pequeña localidad paseando y perdiéndonos por las callejuelas de su casco viejo, y visitando algunos de sus edificios más emblemáticos, como la Torre del Infantado, que hoy alberga una exposición permanente, realmente peculiar y singular, "Aqui empieza todo: El Cosmos de Beato de Liébana"





Se acaba el viaje, son las seis de la tarde y es hora de emprender el regreso definitivo. De nuevo en ruta, atravesamos Ojedo y el Desfiladero de La Hermida, una inquietante garganta que alberga el curso del Río Deva y que en palabras de Benito Pérez Galdós "debiera llamársele el esófago de La Hermida, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra". Nos detenemos sólo una vez más, junto al Monumento a la Trucha, único punto en el que podemos desviarnos para dejar el coche, y observar con detalle esta Garganta.

Seguimos hacia Panes y finalmente Unquera, lugar de obligada parada si queremos hacernos con sus Corbatas, dulces de hojaldre recubiertos en su capa superior por un baño de glasa real con almendras.

Entramos ya en el Principado de Asturias, cansadas y con ganas de llegar a casa, aunque hay tanto por conocer que habrá que ir pensando en la próxima escapada.


LOS VIAJES SON COMO LOS LIBROS, SE INICIAN CON CIERTA INCERTIDUMBRE Y SE FINALIZAN CON NOSTALGIA.


2 comentarios:

  1. ¡Me gusta el blog! Está muy interesante, lo único esque cada una de nostoras tenemos diferentes "puntos de vista" acerca de lo que pasó con la mochila y los bocadillos. Aparte de eso, lo único que te rcomiendo es que le des un poco más de vida al blog, tengo razón ¿no?.

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  2. ¡He disfrutado mucho leyendo tu primera entrada! has logrado trasladarme a las montañas y los valles de los hablas.Enhorabuena!!No conocía yo esa vena literaria tuya ;-) y además das datos muy prácticos. Espero ansiosa la siguiente entrada, besín

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